Mi último día de prácticas ha sido realmente emotivo. Me he
esforzado y aprovechado todas mis clases para dar todo de mi para irme
orgullosa de mi misma. Quizás las clases de música no fueron como yo esperaba
porque los alumnos de tercero y quinto son algo “irritantes”, pero creo que el
objetivo de mi sesión, que era que conocieran la historia de un compositor
musical, lo he conseguido, y también que a algunos les gustase, así que por esa
parte estoy contenta. Me entristece que sientan tanto rechazo a todo lo que se
sale de música que suena hoy en día o que no sepan apreciarla y sobre todo a
respetarla.
Por otra parte, las clases de lengua castellana y
matemáticas fueron bastante bien porque mi tutora me dejó anotado todo lo que
debía de hacer y conseguí llevarlo a cabo
todo y sin ningún altercado, así que me siento muy orgullosa porque he sabido
organizar todas las tareas y que aún me quedara tiempo para corregir
cuadernillos para que mi tutora no tenga nada atrasado por corregir. Creo que
ese ha sido un buen detalle por mi parte.
Y la parte de la que más me siento orgullosa es del cariño
que han demostrado mis alumnos al saber que ya no volvería a estar con ellos. Entre todos me han hecho un mural con un
dibujo de cada uno y eso realmente me ha llegado como persona.
Estas son las cosas que me gustan de mi profesión, que
aunque los castiguemos y les caigan riñas, se olvidan y te tienen un cariño
especial que hacen que valga la pena el esfuerzo que pones día a día en que
aprendan y que sean persona dignas. También me siento orgullosa de la tutora que me ha tocado porque es excelente y he aprendido muchísimo con ella, tiene una visión de la educación diferente a los demás y se vuelva muchísimo en los niños.
En definitiva, me llevo un buen recuerdo de mis prácticas.
He aprendido a canalizar mi paciencia y mis enfados, a llevar un buen control
de clase y sobre todo, aprender a ser una buena maestra.